Los Idiomas de la Medicina
Mi abuela terminó de aprender francés a los 67 años, recorrió toda Francia por su cuenta, ella sola con su francés impecable y su bastón. Y algo muy curioso de ella es que aún en sus últimos días, que coincidieron con mis primeros días en la Facultad de Medicina, nunca dejó solo a alguien que no supiera expresarse.
Dedicó una infinidad de tardes de domingo a rescatar turistas perdidos en la explanada del Zócalo de la Ciudad de México, fue guía turística improvisada de una infinidad de desconocidos y defensora de extranjeros que a penas hablaban español suficiente como para no ser estafados; y a pesar de que ya no la tengo a mi lado todos los días tengo presente esa idea, ayudar en la manera en que yo pueda.
Mi manera de ayudar es justo esa: aprendiendo. Fue por eso que escogí la carrera de Médico Cirujano porque creo que los buenos somos más, fue por eso que aprendí francés, inglés y ruso porque algún día después de darlo todo en la tierra que me vio crecer y formarme, pueda llevarlo a una latitud más lejana.
Y durante mi formación he tenido varios momentos en los que aunque sea un gracias en otro idioma, ha ayudado al mejor pronóstico de un paciente.
Voy a plantear el siguiente escenario: despertar en medio de una sala de urgencias escuchando palabras al aire que apenas son comprensibles, conectado a aparatos que son ajenos a tu entorno y de repente en medio de ese caos escuchar una palabra familiar, un pequeño pedazo de tu tierra natal, una palabra que te hace sentir seguro porque alguien habla tu mismo idioma.
Ese paciente me enseñó que no todo en la vida era Medicina, y que pese a que muchos aseguraban que el ruso no me iba a servir para nada en ese momento se volvió parte del tratamiento, en ese momento comprendí que aunque fuera sólo por el afán de crecer, saber un idioma también me iba a ayudar a salvar vidas.
Porque en ese momento un paciente que se encontraba desesperado, se sintió tranquilo de saber qué era lo que le había pasado, recuerdo como se iluminó el rostro del paciente cuándo me acerqué a saludarlo en su idioma, recuerdo como comenzó a decirme apresuradamente que era lo que sucedía buscando respuestas, también recuerdo como al final cuándo ya me retiraba a clases uno de sus familiares se acercó a abrazarme y darme las gracias por explicarles qué había pasado en su idioma.
Pudimos ofrecerle al paciente algo más que un tratamiento médico, pudimos ofrecerle la seguridad de que estaba en las mejores manos y sobre todo darle la certeza de que no estaba solo.
Y esa sensación de encontrar en el otro lado del mundo a alguien que habla tu idioma, es completamente indescriptible, es como estar devuelta en casa.
Paulina Hurtado